viernes, 1 de julio de 2022

La casa abandonada – Pedro Prado


Alta va la luna y las nubes volando en torno. De vez en vez cae una nube como una mariposa en las llamas de la luna y hay una pasajera oscuridad. Luego, el cuerpo consumido de la mariposa rueda por los rincones oscuros de la noche.
Viento del otoño alegre, ensaya un silbido agudo. Los arboles le hacen reverencias. Afanosas las arañas, zurcen los vidrios rotos de la casa abandonada, y continuos calofríos estremecen los yerbajos del patio.


- Mala noche - dicen los grillos que cruzan por entre los escombros.

- Mala noche - repiten los pájaros, que no pueden conciliar el sueño con el loco vaivén de las ramas.

- ¿Volverá? - preguntan los medrosos caracoles.

Bajo el bosque de ortiga y malvaloca, cruzan las ratas por vereditas que penetran a los cuartos vacíos. Los pisos de madera se pudren y se deshacen. Las paredes desconchadas, con grandes agujeros, evitan las revueltas inútiles.
Las cabezotas de los cardos que se yerguen al frente de las puertas, vaciaron sus enjambres en las piezas solitarias.

Cuando penetra una racha, bailan las plumillas la danza del viento.
Y la rata blanca, que anida en un escondrijo, se desespera con la fuga de los vilanos, porque son el abrigo de sus ratoncillos.

- ¿ A dónde vais - chilla - locos, mas que locos?

- No lo sabemos, señora. Preguntádselo al viento.

- ¿Os dejáis arrastrar por ese vagabundo?

- Hemos sido hechos para él. El polvo y las hojas y las aspas de los molinos, están encargados de hacer visibles a las ráfagas que soplan vecinas a la tierra. Las nubes y los villanos denunciamos a los vientos altos, que sólo en nosotros perciben los ojos.

- Extraña ocupación.

- ¿Pequeña os parece? Hay muchos que sólo viven para indicar el paso de las cosas invisibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario